Prof.Aníbal Ortizpozo
Bastaría una mirada sensible a las transformaciones culturales contemporáneas para llenarnos de interrogantes acerca de cómo estudiarlas. Las ciudades nos hablan de manifestaciones culturales diversas que en la mayoría de los casos resultan incomprensibles, por no ser ni cultas, ni populares ni masivas. Fenómeno que correspondería, como lo afirma García Canclini la fragmentación e hibridez de la cultura actual. Las ciudades también nos hablan de esos espacios desprovistos del saborcito nacional o local, como los aeropuertos y centros comerciales, donde las viejas concepciones de identidad nacional o local, prácticamente no existen o se hacen irreconocibles.
Pienso que la pregunta que se están haciendo los estudiosos como García Canclini, Jean Franco Renato Ortiz, Daniel Mato y tantos otros, es: ¿cómo construir sociedades con proyectos democráticos compartidos por todos sin que (los proyectos) igualen a todos?
Hace algunos años escuchamos discursos de intelectuales “progresistas” que a modo de sermón de párroco nos decían: “Hay que aprender a convivir con la diversidad” y que podría aplicarse a las recientes declaraciones de Fidel a los periodistas, con motivo de la visita Papal a Cuba: “Respeto a los creen... como también respeto a los que no creen”.
La diversidad puede resultar caótica e irrespirable y hasta sospechosa, sobre todo cuando los investigadores del “Arte y Cultura Popular” nos muestran manifestaciones culturales y artísticas “no adulteradas” y hechas por “la misma gente”.
El desplazamiento de grupos humanos en la actualidad, es mayor de lo que sabemos y la modificación de sus códigos culturales, ya sólo no se refieren a su lugar de origen, tradiciones que se desechan o nuevas formas de vida que se adoptan, también se puede observar que en el caso de los campesinos e indígenas que emigran a la ciudad, su desarraigo, no es sólo físico, hay además una liberación de sus cerrados códigos culturales. Los grupos humanos que permanecen en sus lugares de origen, también son afectados por entrecruzamientos culturales a través de la cultura difundida por los medios de comunicación masiva, la cultura oral, la confusión de idiomas y la “confusión de clases sociales no estratificadas sino excepto a través de sus preferencias” como lo escribe Jean Franco.
Los creadores del llamado “arte culto” han utilizado “lo popular” como nostalgia de una comunidad perdida. La nostalgia de Isabel Allende, se expresó a través de todo su talento en “La Casa de los Espíritus”, escrita en su residencia de Cumbres de Curumo de Caracas Venezuela. Entrecruzamientos de lo culto y lo popular, se dieron en integraciones de música, canciones y pintura en la exposición titulada “A un canto valiente”, Imágenes de Ortizpozo para las canciones de Víctor Jara. Hay muchos ejemplos en la producción artística, de ese desarraigo y nostalgia, que la nueva residencia va modificando, generando otras adhesiones, otras identificaciones y donde las representaciones de lo que entendíamos como: “ lo nacional popular”, “lo latinoamericano”, “lo comprometido” con la justicia social, fue quedando reducido a lo permitido por el capitalismo del libre mercado, expresiones subterráneas, alternas.
Para muchos investigadores resulta curioso el cruce entre lo culto, lo popular y lo masivo. Diferenciar los productos de los artistas, de los artesanos –según García Canclini- es una forma de diferenciación social. También sostiene que la cultura global y el turismo, no necesariamente causan la degeneración de los productos de los artesanos.
CULTURA POPULAR
Sin pretender caer en una feria de redenominaciones y redefiniciones, la prevalecencia de significados polivalentes para el término “cultura” y la evidente crisis del término “popular”, entre otras cosas, por su significación más antigua asociada a la resistencia al capitalismo y a las luchas por la justicia social, hoy por ejemplo, ya no se habla de “clase popular”; la han cambiado por “ciudadanía” y “ sociedad civil” valorando con ello el sentido amplio de formas de organización que están más allá de lo partidista tradicional. Existe la opinión que estas nuevas formas de representación popular son síntomas del advenimiento de una verdadera democracia participativa. Y opiniones que cuestionan una redemocratización bajo las condiciones que permite, desde el centro, el capitalismo hegemónico.
Una solución sería buscar desde la orilla la forma de contrarrestar los significados producidos desde el centro del poder, por ello resulta adecuado y urgente profundizar el debate sobre “culturas populares” y sus configuraciones hacia el 2000.
Se trata de visualizar un futuro para nuestras culturas nacionales y regionales. Mayores posibilidades y opciones ante la inminente integración regional o interregional de las economías y culturas. Es en este marco de acuerdos globalizados, donde se justifica un esfuerzo por el progreso de nuestras naciones, reforzando o creando el interés por nuestras formas culturales y no permitiendo que sean sustituidas.
Estos debates no son nuevos, ya hace más de 15 años García Canclini se preguntaba qué es la “cultura popular”: ¿Creación espontánea del pueblo, su memoria convertida en mercancía, o el espectáculo exótico que la industria va reduciendo a la curiosidad de los turistas...? Hoy como ayer desde la plataforma del Museo Salvador Valero de Arte Popular, nosotros seguimos interrogándonos sobre la validez y existencia de ese producto artístico procedente de diversos grupos humanos. Porque es, en el llamado “arte popular” donde podemos observar con claridad, cómo las tradiciones siguen presentes, mientras la modernidad no acaba de llegar, al igual que en la vida cotidiana de nuestros creadores.
Las sucesivas ediciones de la Bienal Salvador Valero de Arte Popular han contado con foros, donde se ha debatido sobre las distintas denominaciones que a través del tiempo se le ha dado a estas expresiones artísticas como: “Arte Naif (Ingenuo), “Instintivo Popular”, “Arte de los Autodidactas”, etc. En relación al término de “arte popular” no sólo hemos debatido sobre lo restringido del término, sino además sobre el uso despectivo frente al “arte culto”, cuando se usa para significar lo no académico o falta de estudios artísticos, lo folclórico, lo pobre, lo comercial.
Los Foros Bienales nos han permitido repensar el contexto de dónde provienen éstas expresiones artísticas, rescatando más allá del valor estético, el valor de uso y sentido de comunidad que cada pieza conlleva. Hoy tenemos una mirada hacia los grupos humanos de donde proviene cada obra, formas de vida donde cada obra por pequeña que sea, cumple una función.
Esta actitud nos permitirá valorar el llamado “Arte Popular” sin hacer demasiado énfasis en criterios estetizantes, que generalmente “cosifican” y “sacralizan” la producción artística, facilitando con ello, la conversión de estos bienes culturales, en sólo mercancía.
Hay también un llamado a los intelectuales, “amigos del arte y la cultura popular” para que cuestionen su propio interés por estas expresiones, especialmente cuando lo popular germina en los lugares donde ellos son visitantes privilegiados.
HIBRIDEZ DE LA CULTURA
Como en el tango Cambalache , la realidad nos sorprende al darnos cuenta que lo “culto”, lo “popular” y lo “masivo”, no lo encontramos dónde y cómo acostumbrábamos, fenómeno hoy definido como “HIBRIDEZ” de la cultura.
Las más recientes observaciones de los entrecruzamientos interculturales se ven dificultadas, entre otras cosas por la desconfianza que genera una “globalización impuesta", el libre comercio desigual y “post-cualquier cosa” en el discurso académico.
Al parecer la crisis de la cultura actual radicaría en la falta de pureza y que ya no corresponde a ningún grupo estable, definido y sobre todo, a la idea de una cultura hecha por el pueblo mismo o “la misma gente”.
Las opciones o desafíos que los antropólogos, sociólogos, historiadores del arte y cientistas de la comunicación tienen, es volver a ver la entrecomillada “cultura popular” y sus expresiones artísticas, con instrumentos transdiciplinarios , flexibles; esta mirada oblicua les permitirá encontrar respuestas que van más allá de sólo lo cultural y donde una sola disciplina científica resulta insuficiente.
Las respuestas que van más allá de sólo lo cultural, según García Canclini, surgirán cuando se observe la coexistencia entre culturas étnicas y nuevas tecnologías; formas de producción artesanal e industrial o cómo las capas populares y la elite combinan formas de democracia modernas, con formas arcaicas del poder; la transacción entre movimientos sociales y regímenes paternalistas o los poderes oblicuos de las instituciones liberales con hábitos autoritarios.
Finalmente, quiero concluir diciendo que el llamado “Arte Popular” no es sólo una cuestión estética, hay que darse cuenta cómo él va respondiendo a los manejadores de los circuitos por los cuales circula. Lo popular no debe definirse como esencia a priori, sino por las estrategias inestables y diversas que lo afectan y cómo los antropólogos y folclorólogos lo representan en la escena de la llamada “Cultura Popular”.
Bastaría una mirada sensible a las transformaciones culturales contemporáneas para llenarnos de interrogantes acerca de cómo estudiarlas. Las ciudades nos hablan de manifestaciones culturales diversas que en la mayoría de los casos resultan incomprensibles, por no ser ni cultas, ni populares ni masivas. Fenómeno que correspondería, como lo afirma García Canclini la fragmentación e hibridez de la cultura actual. Las ciudades también nos hablan de esos espacios desprovistos del saborcito nacional o local, como los aeropuertos y centros comerciales, donde las viejas concepciones de identidad nacional o local, prácticamente no existen o se hacen irreconocibles.
Pienso que la pregunta que se están haciendo los estudiosos como García Canclini, Jean Franco Renato Ortiz, Daniel Mato y tantos otros, es: ¿cómo construir sociedades con proyectos democráticos compartidos por todos sin que (los proyectos) igualen a todos?
Hace algunos años escuchamos discursos de intelectuales “progresistas” que a modo de sermón de párroco nos decían: “Hay que aprender a convivir con la diversidad” y que podría aplicarse a las recientes declaraciones de Fidel a los periodistas, con motivo de la visita Papal a Cuba: “Respeto a los creen... como también respeto a los que no creen”.
La diversidad puede resultar caótica e irrespirable y hasta sospechosa, sobre todo cuando los investigadores del “Arte y Cultura Popular” nos muestran manifestaciones culturales y artísticas “no adulteradas” y hechas por “la misma gente”.
El desplazamiento de grupos humanos en la actualidad, es mayor de lo que sabemos y la modificación de sus códigos culturales, ya sólo no se refieren a su lugar de origen, tradiciones que se desechan o nuevas formas de vida que se adoptan, también se puede observar que en el caso de los campesinos e indígenas que emigran a la ciudad, su desarraigo, no es sólo físico, hay además una liberación de sus cerrados códigos culturales. Los grupos humanos que permanecen en sus lugares de origen, también son afectados por entrecruzamientos culturales a través de la cultura difundida por los medios de comunicación masiva, la cultura oral, la confusión de idiomas y la “confusión de clases sociales no estratificadas sino excepto a través de sus preferencias” como lo escribe Jean Franco.
Los creadores del llamado “arte culto” han utilizado “lo popular” como nostalgia de una comunidad perdida. La nostalgia de Isabel Allende, se expresó a través de todo su talento en “La Casa de los Espíritus”, escrita en su residencia de Cumbres de Curumo de Caracas Venezuela. Entrecruzamientos de lo culto y lo popular, se dieron en integraciones de música, canciones y pintura en la exposición titulada “A un canto valiente”, Imágenes de Ortizpozo para las canciones de Víctor Jara. Hay muchos ejemplos en la producción artística, de ese desarraigo y nostalgia, que la nueva residencia va modificando, generando otras adhesiones, otras identificaciones y donde las representaciones de lo que entendíamos como: “ lo nacional popular”, “lo latinoamericano”, “lo comprometido” con la justicia social, fue quedando reducido a lo permitido por el capitalismo del libre mercado, expresiones subterráneas, alternas.
Para muchos investigadores resulta curioso el cruce entre lo culto, lo popular y lo masivo. Diferenciar los productos de los artistas, de los artesanos –según García Canclini- es una forma de diferenciación social. También sostiene que la cultura global y el turismo, no necesariamente causan la degeneración de los productos de los artesanos.
CULTURA POPULAR
Sin pretender caer en una feria de redenominaciones y redefiniciones, la prevalecencia de significados polivalentes para el término “cultura” y la evidente crisis del término “popular”, entre otras cosas, por su significación más antigua asociada a la resistencia al capitalismo y a las luchas por la justicia social, hoy por ejemplo, ya no se habla de “clase popular”; la han cambiado por “ciudadanía” y “ sociedad civil” valorando con ello el sentido amplio de formas de organización que están más allá de lo partidista tradicional. Existe la opinión que estas nuevas formas de representación popular son síntomas del advenimiento de una verdadera democracia participativa. Y opiniones que cuestionan una redemocratización bajo las condiciones que permite, desde el centro, el capitalismo hegemónico.
Una solución sería buscar desde la orilla la forma de contrarrestar los significados producidos desde el centro del poder, por ello resulta adecuado y urgente profundizar el debate sobre “culturas populares” y sus configuraciones hacia el 2000.
Se trata de visualizar un futuro para nuestras culturas nacionales y regionales. Mayores posibilidades y opciones ante la inminente integración regional o interregional de las economías y culturas. Es en este marco de acuerdos globalizados, donde se justifica un esfuerzo por el progreso de nuestras naciones, reforzando o creando el interés por nuestras formas culturales y no permitiendo que sean sustituidas.
Estos debates no son nuevos, ya hace más de 15 años García Canclini se preguntaba qué es la “cultura popular”: ¿Creación espontánea del pueblo, su memoria convertida en mercancía, o el espectáculo exótico que la industria va reduciendo a la curiosidad de los turistas...? Hoy como ayer desde la plataforma del Museo Salvador Valero de Arte Popular, nosotros seguimos interrogándonos sobre la validez y existencia de ese producto artístico procedente de diversos grupos humanos. Porque es, en el llamado “arte popular” donde podemos observar con claridad, cómo las tradiciones siguen presentes, mientras la modernidad no acaba de llegar, al igual que en la vida cotidiana de nuestros creadores.
Las sucesivas ediciones de la Bienal Salvador Valero de Arte Popular han contado con foros, donde se ha debatido sobre las distintas denominaciones que a través del tiempo se le ha dado a estas expresiones artísticas como: “Arte Naif (Ingenuo), “Instintivo Popular”, “Arte de los Autodidactas”, etc. En relación al término de “arte popular” no sólo hemos debatido sobre lo restringido del término, sino además sobre el uso despectivo frente al “arte culto”, cuando se usa para significar lo no académico o falta de estudios artísticos, lo folclórico, lo pobre, lo comercial.
Los Foros Bienales nos han permitido repensar el contexto de dónde provienen éstas expresiones artísticas, rescatando más allá del valor estético, el valor de uso y sentido de comunidad que cada pieza conlleva. Hoy tenemos una mirada hacia los grupos humanos de donde proviene cada obra, formas de vida donde cada obra por pequeña que sea, cumple una función.
Esta actitud nos permitirá valorar el llamado “Arte Popular” sin hacer demasiado énfasis en criterios estetizantes, que generalmente “cosifican” y “sacralizan” la producción artística, facilitando con ello, la conversión de estos bienes culturales, en sólo mercancía.
Hay también un llamado a los intelectuales, “amigos del arte y la cultura popular” para que cuestionen su propio interés por estas expresiones, especialmente cuando lo popular germina en los lugares donde ellos son visitantes privilegiados.
HIBRIDEZ DE LA CULTURA
Como en el tango Cambalache , la realidad nos sorprende al darnos cuenta que lo “culto”, lo “popular” y lo “masivo”, no lo encontramos dónde y cómo acostumbrábamos, fenómeno hoy definido como “HIBRIDEZ” de la cultura.
Las más recientes observaciones de los entrecruzamientos interculturales se ven dificultadas, entre otras cosas por la desconfianza que genera una “globalización impuesta", el libre comercio desigual y “post-cualquier cosa” en el discurso académico.
Al parecer la crisis de la cultura actual radicaría en la falta de pureza y que ya no corresponde a ningún grupo estable, definido y sobre todo, a la idea de una cultura hecha por el pueblo mismo o “la misma gente”.
Las opciones o desafíos que los antropólogos, sociólogos, historiadores del arte y cientistas de la comunicación tienen, es volver a ver la entrecomillada “cultura popular” y sus expresiones artísticas, con instrumentos transdiciplinarios , flexibles; esta mirada oblicua les permitirá encontrar respuestas que van más allá de sólo lo cultural y donde una sola disciplina científica resulta insuficiente.
Las respuestas que van más allá de sólo lo cultural, según García Canclini, surgirán cuando se observe la coexistencia entre culturas étnicas y nuevas tecnologías; formas de producción artesanal e industrial o cómo las capas populares y la elite combinan formas de democracia modernas, con formas arcaicas del poder; la transacción entre movimientos sociales y regímenes paternalistas o los poderes oblicuos de las instituciones liberales con hábitos autoritarios.
Finalmente, quiero concluir diciendo que el llamado “Arte Popular” no es sólo una cuestión estética, hay que darse cuenta cómo él va respondiendo a los manejadores de los circuitos por los cuales circula. Lo popular no debe definirse como esencia a priori, sino por las estrategias inestables y diversas que lo afectan y cómo los antropólogos y folclorólogos lo representan en la escena de la llamada “Cultura Popular”.
11 mayo 1998