Enrolamiento Político
de Intelectuales y Artistas. ¿Cuándo? ¿Con quién? ¿Para qué?
Aníbal Ortizpozo
“si
un artista revolucionario habla sólo lo racional,
es que le falta algo de artista
y si habla sólo lo irracional,
es que le falta algo de revolucionario”.
Roberto Matta E.
Los fuertes vientos de
cambio que soplan en Suramérica, son los que le han dado beligerancia, presencia
a aquella vieja controversia, que al igual que ayer, sus enfoques se entrelazan
y enturbian con diversos factores, como la independencia del artista, el
llamado arte comprometido, el dirigismo estatal, el arte oficial, la formación
profesional del artista y sus vicios autoritarios de los status de el maestro y
los discipulitos, la alquimia laboral, cómo sostenerse en lo económico para vivir
y crear, la autodefinición como trabajador del arte y cultura, el
enfrentamiento al mercado, la crítica de arte y la carencia de previsión social
de los artistas.
La inclusión de estos factores se
ha prestado a brillantes polémicas, pero también a grandes tergiversaciones,
producto de la pugnacidad de intereses políticos-económicos encontrados. Sé que
es un viejo tema con el cual hemos tropezado mil veces, que no por viejo deja
de tener vigencia, porque el divorcio entre arte y sociedad ha sido permanente.
Creación especial del artista Edmundo Vargas para este ensayo. |
Como creador, me inquietan y
me siguen inquietando pensamientos que me habitan por años, como una fuerza
interior de hombre suramericano, dispuesto a explicarse la vida, su sentido, si
hay sentidos aún. Revelar sus misterios, ver qué hay debajo de una piedra,
destapar ollas, hacer visible lo que se invisibiliza, especialmente cuando está
hecho a propósito y con mala intención contra humildes y desposeídos de la
tierra.
La porfiada memoria. Enfrentados
como estábamos, años 60/70, por una parte los considerados “artistas
comprometidos” y por otra, los llamados “del arte por el arte” a quienes no les
interesaba para nada nuestra posición, porque para ellos, lo nuestro era de
“comunistas” dogmáticos y subversivos, mientras ellos haciendo gala de su
individualismo trabajaban -legítimamente- para las galerías comerciales de los
mercados del arte, confirmando lo escrito por Mariátegui: “La burguesía quiere del artista un arte que corteje y adule su gusto
mediocre. Quiere,
en todo caso, un arte consagrado por sus peritos y tasadores. La obra de arte
no tiene, en el mercado burgués, un valor intrínseco sino un valor fiduciario. Los
artistas más puros no son casi nunca los mejor cotizados. El éxito de un pintor
depende, más o menos, de las mismas condiciones que el éxito de un negocio. Su
pintura necesita uno o varios empresarios que la administren diestra y
sagazmente. El renombre se fabrica a base de publicidad.” (2)
La verdad, es que yo me
consideraba en esos tiempos y me considero aún, un creador que abogo por una
expresión artística libre sin dirigismo de ningún tipo y al mismo tiempo
responsable con su ecosistema, comunidad y la vida toda en el planeta. Nunca he creído en la crítica de arte, manipuladora
máxima de los reconocimientos y premios, que funcionan como propaganda curricular
competitiva para la configuración de élites impuestas desde el mercado del
arte.
Es sabido que los artistas
buscamos por todos los medios mostrar nuestras obras. La venta de alguna de
ellas, será siempre como sacarse la lotería, a menos que se disponga de una
maquinaria comercial eficiente, “el escritor -y esto es igualmente aplicable al
artista- ha de ganar dinero para poder vivir y trabajar, pero de ninguna manera
ha de vivir y trabajar para ganar dinero…" decía ya el joven Marx y añadía
que la actividad literaria -y la artística- ha de tener una finalidad en sí
misma, y que la primera condición para la libertad de creación ha de consistir
evidentemente en no convertirla en medio de existencia”
escribe Antoni Tàpies. (3)
Estoy convencido que nuestra
obra debe estar estrechamente ligada con la ideología de las fuerzas
revolucionarias existentes. En nuestros países dependientes, los intelectuales
y artistas que creemos en un cambio social por la vía pacífica, debemos ser
profundamente autocríticos; combatir primero a los enemigos que habitan en el
interior de cada uno de nosotros: el individualismo, la auto conmiseración, la falsa
modestia; luego, desechar los instrumentos y métodos desgastados del capitalismo,
comprender el por qué de las dificultades de estos periodos de transición al socialismo
y lo negativo de la aplicación de políticas culturales del entretenimiento
masivo al estilo del show bussines.
En relación al discurso
público de los dirigentes en el poder y los tiempos que dura una transición, el
escritor Julio Cortázar afirmó: “rechazo
toda postergación de la plenitud humana en aras de una hipotética consolidación
a largo plazo de las estructuras revolucionarias. Mi humanismo es socialista,
lo que para mí significa que es el grado más alto, por universal, del humanismo;
si no acepto la alienación que necesita mantener el capitalismo para alcanzar
sus fines, mucho menos acepto la alienación que se deriva de la obediencia a
los aparatos burocráticos de cualquier sistema, por revolucionario que pretenda
ser”. Y sobre su militancia política Julio Cortázar escribe un concepto que
como refugiado político comparto: “Cuando
se me reprocha mi falta de militancia política con respecto a la Argentina, por
ejemplo, lo único que podría contestar es, primero, que no soy un militante
político y, segundo, que mi compromiso personal e intelectual rebasa
nacionalidades y patriotismos para servir la causa latinoamericana allí donde
pueda ser más útil.” (4)
Aquí Julio toca el tema de
los artistas refugiados, exiliados, extensivo a emigrantes, enviándoles un
contundente mensaje a las alianzas estratégicas con el capital privado, a los
críticos nacionalistas y xenófobos cuando afirma que los exiliados no somos ni
mártires, ni prófugos, ni traidores y que sean quienes conocen nuestras obras,
quienes deben opinar.
La primera práctica de un
arte fuertemente comprometido en lo social con una revolución en el poder, fue
cuestionada, antes de 1967, entre otros, por un revolucionario Ernesto Guevara
cuando se preguntaba en relación al realismo socialista soviético, “pero, ¿por qué pretender buscar en las
formas congeladas del realismo socialista la única receta válida? No se puede
oponer al realismo socialista ‘la libertad’, porque ésta no existe todavía, no
existirá hasta el completo desarrollo de la sociedad nueva; pero no se pretenda
condenar a todas las formas de arte posteriores a la primera mitad del siglo
XIX desde el trono pontificio del realismo a ultranza, pues se caería en un
error proudhoniano de retorno al pasado, poniéndole camisa de fuerza a la
expresión artística del hombre que nace y se construye hoy.” (5)
Esa experiencia, la del
realismo socialista soviético, que los creadores rechazamos en su tiempo, nos
alertó, pero, aunque usted no lo crea, permanece silente, como un fantasma amenazante
en ciertos dirigentes políticos obcecados.
Muchos de nosotros crecimos
y cargamos de sentido nuestras vidas a partir de Marx, de la mano de Mariátegui,
el Che y Allende, rechazando en las calles y desde nuestros talleres la
sangrienta e injusta realidad suramericana. Consecuentemente realizamos nuestro
trabajo creador, con una orientación crítica testimonial, no obstante la
derecha, y no podría ser de otro modo, descalificó nuestra obra como “panfletos
comunistas”, y la izquierda idiota, sectaria, también cuestionó nuestra obra,
porque no obedecía a sus líneas partidistas.
De todas mis lecturas y
relecturas recuerdo muy especialmente el libro: “Clave para Matta”. Un
extraordinario diálogo de compañeros artistas a quienes conocí personalmente,
el escritor cubano Lisandro Otero y Roberto Matta, chileno, uno de los más
grandes pensadores y creadores de la plástica
universal. Una de las preguntas que Lisandro le hace a Matta y que tiene
que ver específicamente con nuestro tema: “¿Crees en el compromiso social del
artista?”, tuvo una respuesta que resultó sorprendente: “Nunca he creído en l’engagement,
nunca he querido el compromiso político. He creído más bien en una poética de
las revoluciones. Creo que el comprometido tiene algo de recluta. Para que el
aporte del artista sea válido, no puede hacerse en condiciones de recluta. Se
necesita una integración total, voluntaria, sin que el deber entre a considerarse,
sino el ser. Es el ser revolucionario el que cuenta. Hay más vitalidad si uno
inventa otro humanismo que si uno aplica el humanismo conocido”. (6)
Para quienes no conocen al
artista, su obra pictórica y pensamiento político-filosófico, es necesario
destacar que Roberto Matta, chileno (1911-1991+), ha sido públicamente, uno de
los artistas latinoamericanos consagrados, más comprometidos con las luchas
revolucionarias antiimperialistas y anticolonialistas de Cuba, Argelia, Angola
y Chile entre muchas otras.
Su respuesta, que comparto,
apunta al problema principal del llamado “compromiso social del artista” que es
la imposición dogmática y exigencia perentoria a comprometerse con
estructuras ideológicas y prácticas políticas
impuestas desde el poder, de lo que no se puede disentir, a riesgo de ser
expulsado del partido u organización a la cual se pertenece. Quienes crean en compromisos como éste, estarían estableciendo
una práctica donde al artista no se le permite ninguna espontaneidad, sino él y
su obra estarían sometidos a las instrucciones, disposiciones, administración,
control e inspección de las autoridades competentes. Resulta inaudito que en la
actualidad aún existan en Latinoamérica dirigentes políticos que se
autoproclaman de izquierda, socialistas y revolucionarios, que mantengan la
tendencia a establecer y repetir, que el arte debe ser popular y su prioridad
es satisfacer la revolución, servir a las masas, a como dé lugar.
El dilema surge, cuando el
artista revolucionario, incluso militante, se manifiesta en contra de
determinados aspectos, que son urgentes de revisar y rectificar dentro de un
proceso de cambios. Para el partido, lo doctrinariamente correcto, es que el
artista escriba, pinte o componga obras que alaben o realcen la causa, o de lo
contrario es calificado como un reaccionario decadente, contrarrevolucionario.
“El
nuevo arte no nace de las doctrinas, sino de las obras -afirma Fischer-
nada se adelanta en el terreno de la
estética con recetas de cocina. Se coge al hombre sencillo. Se le echan unas
dosis de heroísmo positivo, mezcladas con resoluciones del Congreso del Partido
-optimismo, carácter nacional y parcialidad-. La masa que resulta de todo esto
es densa y espesa, y ni siquiera la levadura del talento logra hacerla subir.”
(7)
Naturalmente, no cabe duda
que ha existido, existe y es visible el llamado “arte comprometido”, en el
trabajo creativo de una multitud de artistas en el mundo. Sólo que ese
compromiso, como pudiera pensarse, no ha nacido de la militancia política, enrolamiento
o imposición. Intelectuales y artistas hemos hecho y hacemos nuestra guerrilla
cultural artística desde hace muchísimo tiempo, con recursos propios y
comunitarios, con todas las manifestaciones, lenguajes y técnicas artísticas a
nuestro alcance; desde la literatura, música, teatro, plástica, cine,
fotografía, grafitis, humor gráfico, performances, multimedia y arte digital,
especialmente contra toda forma de opresión y violación a los DDHH, el
imperialismo yanqui y sus transnacionales depredadoras.
Grandes obras del llamado
“arte comprometido” están presentes en la Historia Universal de las Artes
Plásticas y se pueden apreciar directamente en museos e instituciones, como el Guernica de Picasso, o Los Tres de Mayo de Goya, La edad de la ira de Guayasamín, las
obras de Diego Rivera, Siqueiros, Orozco en los murales sobre la revolución mexicana.
El mural de Matta en La Granja Santiago Chile, la obra de Portinari en Brasil,
Carpani en Argentina. Obras de músicos cineastas, dramaturgos y poetas como Neruda,
Vallejo, M. Hernández, Mistral, García Lorca, “Chino” Valera Mora, Ludovico
Silva -pensador marxista y poeta venezolano-, miles de creadores, imposible de
nombrar a todos. Esas obras nacen cuando el artista se solidariza y asume como
propios los temas de los movimientos sociales que lo conmueven, porque ellos
afectan a toda la humanidad; hay obras contra la represión y brutalidad
policial, la desertificación, la violencia de género, las guerras y el
armamentismo, por ejemplo. También las hay contra la burocracia, la corrupción,
la mentira mediática y la injerencia de las grandes potencias.
Siempre nos estamos
interrogando: ¿Cuáles son las claves y las puertas que un artista dispone para que,
con su conciencia social o individual, pueda descifrar la realidad?
El creador, sin
proponérselo, le ha devuelto a la voz “realismo” su verdadero significado a
través de una representación simbólica. En otras palabras, las imágenes
visuales de una misma realidad, interpretada por varios artistas, nunca serán
una copia de esa realidad, ni aunque sea vista a través del lente fotográfico. Los
creadores no nos quedamos con una realidad transformada solo en arte visual,
sobre la premisa del saber artístico y científico que nos conduce al uso de la
razón como lo absoluto. “Ciencia
y arte son formas muy diferentes de dominar la realidad,
-afirma Ernest Fischer- y cualquier comparación simple induciría a
errores, sin embargo es innegable que el arte descubre nuevos campos de la
realidad, que hace visible lo que hasta ahora entonces estuvo oculto, hace
perceptible lo que hasta entonces nunca había sido oído”.
En relación al esquematismo
de la crítica y crónica de arte que despolitiza y orienta sólo en el sentido
estético al espectador, Honor Arundel afirma: “El esquematismo es enemigo del arte. El arte verdadero nunca ha sido
la simple formulación “artística” de conclusiones científicas definidas, ni de
ideas filosóficas o políticas, aunque proporcione un conocimiento de la
realidad y presente un determinado matiz ideológico, la imagen artística no
sólo refleja la realidad, también contiene una u otra evaluación de ella, algo
que afirma o rechaza. En dicha evaluación se manifiestan el sentido ideológico
y el contenido de la imagen artística.” (8)
Cuando el artista libera su
imaginación creadora, se proyecta al futuro; ello le obliga a enfrentar una
sociedad ambivalente -a medio construir- en forma crítica. Su adhesión a los
principios y valores de la sociedad socialista que sueña, le impide elogiar
aquello que estando en plena transición, contradice dichos principios. Es
natural que los creadores insistan en que su producción artística sea la
ratificación de su ideología socialista, no cabe la autocensura del “no es
conveniente por ahora”, e insisten que al campo del arte y la cultura no ha
llegado, ni un ápice la revolución. Los artistas e intelectuales socialistas,
estamos convencidos de las enormes posibilidades del socialismo, en cualquiera
de sus etapas, de transición y construcción, o en el poder. Sentimos tristeza e indignación cuando no se
aprovechan estas posibilidades, cuando la marcha hacia una conciencia ética,
liberación plena, justicia social, chocan contra la rutina burocrática, arbitrariedad
y carencia de formación política de los funcionarios que diseñan los lineamientos
culturales y artísticos estatales, que continúan dependientes y atrapados en
viejas normas provenientes de la estructura capitalista pre-existente.
Caracas, Venezuela, 2012
PARA
SEGUIR LEYENDO.
1. Aníbal Ortizpozo. CONCIENCIA ÉTICA E IMAGINACIÓN POLÍTICA.
Ensayo. Blog Del grito a la palabra.
2. José Carlos Mariátegui. EL ARTISTA Y LA ÉPOCA. Editora
Amauta. Lima, Perú.
3. Antoni
Tàpies. LA PRÁCTICA DEL ARTE. Editorial Ariel. Barcelona.
4. Rita Gilbert. 7 VOCES. JULIO CORTÁZAR. París
5. Ernesto Guevara. EL SOCIALISMO Y EL HOMBRE. Ediciones
Corma. Santiago Chile.
6. Lisandro Otero. CLAVE PARA MATTA. Edit. Letras
Cubanas. La Habana.
7. Ernst Fischer.
EL ARTISTA Y SU ÉPOCA (Zeitgeist und Literatur) Editorial Fundamentos.
Madrid.
8. Honor Arundel. LA LIBERTAD EN EL ARTE. Edit. Grijalbo.
Col 70. México
ortizpozo@gmail.com